lunes, 20 de marzo de 2017

LA DIFERENCIA ENTRE ANIMALES Y HUMANOS. Por Christian Lozano López

A lo largo de la existencia humana y después del surgimiento de la ciencia como campo de estudio para los diversos fenómenos, tanto de contexto como del ser, nos ha llevado a preguntarnos en qué nos diferenciamos los seres humanos a los animales. Nos hemos concentrado tanto en caracterizar estas diferencias que hasta nos hemos creído superiores a las demás especies que nos rodean.

La capacidad de pensar, poder hablar, el uso de herramientas, el dedo pulgar y el índice como gancho, hasta otros dirían que la cola; pero dentro de todo este universo de diferencias en las que nos podemos sentar a discutir, miraremos desde los ojos de un sociólogo y filósofo. Ni más ni menos que el Doctor Rafael Echeverría, el creador de la “Ontología del lenguaje”.

Pero para no enredarnos más, vamos como el dermatólogo: al grano. Como bien sabemos, comunicadores, los humanos tenemos la capacidad de comunicarnos gracias al lenguaje. Ahora, ¿qué entendemos por lenguaje? Echeverría lo explicaría como un fenómeno social y no biológico. Como quien dice, uno no nace hablando, sino que mientras interactuamos con el mundo y con un grupo de seres con las mismas características a las nuestras vamos adoptando lo que don Rafa (Echeverría) llama Dominio Consensual.

“Hablamos de consensualidad dondequiera que los participantes de una interacción social comparten el mismo sistema de signos (gestos, sonidos, etcétera) para designar objetos, acciones o acontecimientos en orden a coordinar sus acciones comunes”, dice Echeverría en el Capítulo II de su texto ‘Ontología del lenguaje’.  Sin embargo, esta característica no es suficiente para hacernos diferentes a las otras especies.

Resulta que ese dominio consensual nos permite tener una coordinación de acciones, cosa con la que también cuentan los animales.

Si uno se pone de ocioso a mirar el ‘modus operandi’ de las hormiguitas, ellas llevan el sustento a sus casitas (nidos, hormigueros, colonias…) sin perderse. Y uno puede ganarse el infierno (si uno es creyente de los dictámenes religiosos) cuando uno desvía una hormiguita por unos metros de su camino, pero nos quedamos asombrados cuando, después de explorar un rato, la hormiga reconoce su camino y sigue su vía hacia el hormiguero. Esto es un ejemplo de coordinación de acciones, que en las hormigas se hace efectivo gracias a procesos químicos y fisiológicos de la especie, y los miembros de este grupo las comparten para cumplir con esta coordinación.

Los humanos coordinamos acciones en muchos asuntos de nuestra vida. Si nos quemamos, nos quejamos; si nos dicen que cerremos la ventana, es probable que la cerremos; si nos da frío, nos abrigamos y así podemos seguir con muchos casos.

Pero aquí es donde viene la diferencia, comunicadores. Dentro de las coordinaciones de acciones del dominio consensual, existe otro nivel, al que Echeverría le llama la Coordinación Recursiva del Comportamiento. “El lenguaje, en cuanto fenómeno, es lo que un observador ve cuando ve una coordinación consensual de la coordinación de acciones —cuando los miembros participantes de una acción coordinan la forma en que coordinan juntos la acción. El lenguaje, sostenemos, es coordinación recursiva del comportamiento” dice Echeverría en su texto ‘Ontología del lenguaje’. Característica propia de la especie humana y es la capacidad de regular nuestra conducta.

Resulta que si nos dicen que cerremos la ventana, nuestro universo de las ideas nos podrá llevar a pensar “¿por qué si está haciendo calor? Antes si cierro la ventana va a dejar de entrar el viento que nos refresca”; al final, uno puede decidir no cerrarla. Es más, uno puede cerrar la ventana antes de que le digan a uno que la cierre. No sé si la comparación sea acertada, pero los religiosos le llamarían el libre albedrío; para Rafael Echeverría esa capacidad de tener control sobre nuestras acciones es la Coordinación Recursiva del Comportamiento.

Como último ejemplo, uno escucha que las personas cuando le temen a engordarse, acuden a dietas, ya que su grupo social le va a criticar si se le sale un gordito por la cintura o si la papada hace perder el mentón; pero creo que uno jamás va a ver a un perro hacer, y mucho menos decir, que tiene hambre pero que no va a comerse esos ricos sanduchitos con mantequilla de maní para evitar subir de peso o porque es probable que se le revuelva el estómago. El perro si tiene hambre, come. Esa es su coordinación de acciones.



2 comentarios:

  1. Muy buena explicación y ejemplo! No sé si quedó claro que el dominio consensual y la coordinación de acciones es de todas las especies (incluyendo el homrbre), mientras que la coordinación de la coordinación de acciones es lo que constituye el lenguaje humano en Echeverría ;)

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  2. Después de leerte me pareció muy interesante la forma como desarrollaste la explicación sobre el dominio consensual, te sugiero complementar un poco mas si se puede para que quede mas claro lo de si el dominio consensual y la coordinación de acciones es de todas las especies (incluyendo al hombre), como lo sugiere la profe anteriormente. Por Carlos Esteban Velasquez, grupo 6.

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