A lo largo de la existencia humana y después del surgimiento
de la ciencia como campo de estudio para los diversos fenómenos, tanto de
contexto como del ser, nos ha llevado a preguntarnos en qué nos diferenciamos
los seres humanos a los animales. Nos hemos concentrado tanto en caracterizar
estas diferencias que hasta nos hemos creído superiores a las demás especies
que nos rodean.
La capacidad de pensar, poder hablar, el uso de herramientas,
el dedo pulgar y el índice como gancho, hasta otros dirían que la cola; pero
dentro de todo este universo de diferencias en las que nos podemos sentar a
discutir, miraremos desde los ojos de un sociólogo y filósofo. Ni más ni menos
que el Doctor Rafael Echeverría, el creador de la “Ontología del lenguaje”.
Pero para no enredarnos más, vamos como el dermatólogo: al
grano. Como bien sabemos, comunicadores, los humanos tenemos la capacidad de
comunicarnos gracias al lenguaje. Ahora, ¿qué entendemos por lenguaje?
Echeverría lo explicaría como un fenómeno social y no biológico. Como quien
dice, uno no nace hablando, sino que mientras interactuamos con el mundo y con
un grupo de seres con las mismas características a las nuestras vamos adoptando
lo que don Rafa (Echeverría) llama Dominio Consensual.
“Hablamos de consensualidad dondequiera que los
participantes de una interacción social comparten el mismo sistema de signos
(gestos, sonidos, etcétera) para designar objetos, acciones o acontecimientos
en orden a coordinar sus acciones comunes”, dice Echeverría en el Capítulo II
de su texto ‘Ontología del lenguaje’. Sin
embargo, esta característica no es suficiente para hacernos diferentes a las
otras especies.
Resulta que ese dominio consensual nos permite tener una
coordinación de acciones, cosa con la que también cuentan los animales.
Si uno se pone de ocioso a mirar el ‘modus operandi’ de las
hormiguitas, ellas llevan el sustento a sus casitas (nidos, hormigueros,
colonias…) sin perderse. Y uno puede ganarse el infierno (si uno es creyente de
los dictámenes religiosos) cuando uno desvía una hormiguita por unos metros de
su camino, pero nos quedamos asombrados cuando, después de explorar un rato, la
hormiga reconoce su camino y sigue su vía hacia el hormiguero. Esto es un
ejemplo de coordinación de acciones, que en las hormigas se hace efectivo
gracias a procesos químicos y fisiológicos de la especie, y los miembros de
este grupo las comparten para cumplir con esta coordinación.
Los humanos coordinamos acciones en muchos asuntos de
nuestra vida. Si nos quemamos, nos quejamos; si nos dicen que cerremos la
ventana, es probable que la cerremos; si nos da frío, nos abrigamos y así
podemos seguir con muchos casos.
Pero aquí es donde viene la diferencia, comunicadores. Dentro
de las coordinaciones de acciones del dominio consensual, existe otro nivel, al
que Echeverría le llama la Coordinación Recursiva del Comportamiento. “El
lenguaje, en cuanto fenómeno, es lo que un observador ve cuando ve una
coordinación consensual de la coordinación de acciones —cuando los miembros
participantes de una acción coordinan la forma en que coordinan juntos la
acción. El lenguaje, sostenemos, es coordinación recursiva del comportamiento”
dice Echeverría en su texto ‘Ontología del lenguaje’. Característica propia de
la especie humana y es la capacidad de regular nuestra conducta.
Resulta que si nos dicen que cerremos la ventana, nuestro
universo de las ideas nos podrá llevar a pensar “¿por qué si está haciendo
calor? Antes si cierro la ventana va a dejar de entrar el viento que nos
refresca”; al final, uno puede decidir no cerrarla. Es más, uno puede cerrar la
ventana antes de que le digan a uno que la cierre. No sé si la comparación sea
acertada, pero los religiosos le llamarían el libre albedrío; para Rafael
Echeverría esa capacidad de tener control sobre nuestras acciones es la
Coordinación Recursiva del Comportamiento.
Como último ejemplo, uno escucha que las personas cuando le temen a engordarse, acuden a dietas, ya que su grupo social le va a criticar si se le sale un gordito por la cintura o si la papada hace perder el mentón; pero creo que uno jamás va a ver a un perro hacer, y mucho menos decir, que tiene hambre pero que no va a comerse esos ricos sanduchitos con mantequilla de maní para evitar subir de peso o porque es probable que se le revuelva el estómago. El perro si tiene hambre, come. Esa es su coordinación de acciones.
Muy buena explicación y ejemplo! No sé si quedó claro que el dominio consensual y la coordinación de acciones es de todas las especies (incluyendo el homrbre), mientras que la coordinación de la coordinación de acciones es lo que constituye el lenguaje humano en Echeverría ;)
ResponderBorrarDespués de leerte me pareció muy interesante la forma como desarrollaste la explicación sobre el dominio consensual, te sugiero complementar un poco mas si se puede para que quede mas claro lo de si el dominio consensual y la coordinación de acciones es de todas las especies (incluyendo al hombre), como lo sugiere la profe anteriormente. Por Carlos Esteban Velasquez, grupo 6.
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